Patas Chippendale, volutas en brazos y en orejas, reposabrazos en media luna. La descripción de un orejero clásico, las señas de identidad del sillón en el que todos hemos reposado, el sillón de lectura, el sillón de la siesta digna, el de la cabezada fugaz, el sillón eterno que todos conocemos y que permanece en nuestra memoria, el sillón amigo que se contrapone al peculiar estilo del Mid Century, que el esqueletero recupera creando un modelo original que bebe de la serie Contour de Grant Featherston.
En el Mid Century las líneas son fluidas, sinuosas, no hay cortes ni baches no hay volutas y el pecho de paloma que inspira las Chippendale varía hasta convertirse en una cruceta de patas ligeramente cónicas. Origen australiano, aires escandinavos para una futura tapicería muy distinta a del orejero clásico, ceñida al armazón, pegándose a la madera, el relleno justo, se rinde culto a las formas de la materia prima. Pero el cliente español desconfía y viéndolos juntos se decanta por el orejero clásico, por sus reposabrazos, por las orejas que llaman al reposo y a la intimidad del momento en el que se retrepa contra la riñonera, contra el respaldo generoso y mullido.
El Mid Century es delgado, insinuante, pero no tiene la calidez que despiertan los recuerdos, es demasiado novedoso y puede que ni tenga historia, no se ancla a nuestra infancia, a las tardes con los abuelos, al despacho de papá o al reposo de mamá cuando escuchábamos su corazón pegado a nuestra oreja y cuando nos escondíamos de las miradas, detrás des esas otras orejas, las del orejero clásico.