De copete ondulado y largo que terminaba emergiendo de la imaginación del esqueletero, alimentada por las palabras del Juan Carlos Estruch, el fue el primero en llamarle así, "monstruo del lago Ness", al sofá que tenían fabricar y tapizar.
De copete largo y ondulado, complejo y curvo, interminable y distinto entre tramo y tramo, entre vertebra y vertebra imaginaria.
El esqueletero cortaba el cartón, marcaba los tablones y aserraba las dogas, las costillas de Nessie, ensamblaba los huesos fósiles y poco a poco reconstruía lo que fue el monstruo del lago Ness, lo que era un esqueletaje con alma de dinosaurio lacustre que terminó devorándole, a él y a su mascota, al picapinos que siempre le observaba posado en la jamba de la puerta.
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