De las paredes del viejo taller de esqueletaje cuelgan centenares de plantillas de cartón, sobre algunas de ellas, el serrín lleva posado casi que varias décadas, muchas de ellas cuelgan del mismo clavo casi que varías décadas y la mayoría de ellas fueron hechas por mi padre.
Todos los días me emociono al encontrarme con su letra sobre el cartón envejecido, con su trazo enérgico y seguro, pero también artístico y elegante.
Siento que deseo llorar y me pregunto que es todo esto que nos rodea. No llego a entender que papá siga ahí pese a que se marchó hace ya mas de tres años, incluso las plantillas de su Chester siguen colgadas del clavo oxidado. Era un esqueletaje que montábamos para Villa Garnelo, una prestigiosa firma de mobiliario valenciano que lleva varias décadas vistiendo las casas mas adineradas de Valencia. Su propietaria es Maria Francisca y papá apostilló con su nombre los patrones.
Siento que deseo llorar y me pregunto que es todo esto que nos rodea. No llego a entender que papá siga ahí pese a que se marchó hace ya mas de tres años, incluso las plantillas de su Chester siguen colgadas del clavo oxidado. Era un esqueletaje que montábamos para Villa Garnelo, una prestigiosa firma de mobiliario valenciano que lleva varias décadas vistiendo las casas mas adineradas de Valencia. Su propietaria es Maria Francisca y papá apostilló con su nombre los patrones.
Pero esas plantillas ya pertenecen a otro tiempo y creo que es el momento de diseñar mi popio Chester, me imagino que a papá le gustaría y quizás por eso decidí plantearlas de madrugada, con el taller en calma y con la mente mas lucida, llegando a creer que a él le gustaría andar por ahí mirando..., pero ya sin corregirme, ya sin decir aquello que solía abatirme.
- ¡Deja, que vale mas hacerlo que mandar hacerlo...¡
Era una expresión demasiado dura, pero a papá le habían enseñado a trabajar, nadie le enseñó a enseñar y conmigo tenia poca paciencia, aunque yo tampoco era muy despierto, la verdad.
Pero las plantillas del nuevo Chester fueron apareciendo sobre el cartón y después sobre los tablones de pino.
Al final de la tarde me vi dándole vueltas al armazón y tratando de volver a pensar como un tapicero, hasta el punto de tener que desmontar la gabia o aldaba para dejar mas espacio para el relleno y para que las manos del tapicero puedan moverse entre ellas, moldeando, atando los muelles, dando tensión, adaptando la piel, creando paso a paso el mítico capitoné, otro icono de la tapicería, igual que el imperecedero Chesterfield.
Era una expresión demasiado dura, pero a papá le habían enseñado a trabajar, nadie le enseñó a enseñar y conmigo tenia poca paciencia, aunque yo tampoco era muy despierto, la verdad.
Pero las plantillas del nuevo Chester fueron apareciendo sobre el cartón y después sobre los tablones de pino.
Al final de la tarde me vi dándole vueltas al armazón y tratando de volver a pensar como un tapicero, hasta el punto de tener que desmontar la gabia o aldaba para dejar mas espacio para el relleno y para que las manos del tapicero puedan moverse entre ellas, moldeando, atando los muelles, dando tensión, adaptando la piel, creando paso a paso el mítico capitoné, otro icono de la tapicería, igual que el imperecedero Chesterfield.