sábado, 26 de enero de 2013

PURO VINTAGE, UN MITICO BASCULANTE EN LA TAPICERIA DE LOS HERMANOS GOMEZ.



   -Ésto si que es vintage -murmura Julián, mientras su hermano y yo hurgamos entre el bastidor del basculante buscando las marcas de mi padre. La pieza está deshecha, carcomida y desencajada, tanto que muestra los mechones rotos y las rayas en paralelo que papá solía marcar para la agujereada.
  -No se ven las marcas... -admito algo desanimado- pero el mechón es de 12 milímetros, mi padre siempre usaba esa medida..., joder, yo casi me atrevería a decir que lo ha hecho él.
     Seguimos buscando y  descubrimos la formidable preparada de muelles, aún destellan cobreados y Julián vuelve a arrugar el ceño mientras oprime la platabanda y los muelles ceden y se recuperan con la elasticidad del primer día.
  -Ésto si que es vintage -repite Julián cabeceando- pues la mujer tiene otro, quiere que le demos presupuesto..., pero los bastidores hay que hacerlos nuevos, ¿cuánto nos vas a cobrar, Pedrín...?.

                                                 
  Le doy el precio allí mismo y sigo observando el mítico basculante. Recuerdo que mi padre lo nombraba muchas veces, causó furor en su momento. La idea de colocarle unos muelles, sustituyendo a las patas traseras, le daba una comodidad especial, pero parte del secreto estaba en la tensión que le proporcionaba el tapicero al atarlos y en el mismo temple de los muelles, realmente soportaban todo el peso.

Detalle de los muelles traseros,
con esa cincha de yute se daba la tensión adecuada.

  Al sentarte, el sillón basculaba hacia atrás y daba la sensación de que te sentabas en una especie de balancín, aunque debo admitir que nunca me he sentado en un basculante, pero si la clienta admite el presupuesto, volveré a pasarme por aquí y me sentaré.
   - Los muelles de ahora no valen nada -apunta José cuando ve que rozo las espirales con los dedos- usaremos esos mismos, están nuevos..., me parece que poco se han sentado.
  - Éso mismo digo yo -replica Julián. 

miércoles, 23 de enero de 2013

CARPINTERO, ESCRITOR Y MOTERO.



   - Hola…, -me saluda Gerardo Almenar y volviéndose hacia el cliente, añade- Éste es Pedro, mi carpintero, escritor, motero...
   - Que generoso eres, Gerardo.
   Acepto el apretón de manos de David, el cliente que había esperado en The Antiquer a que yo llegase a lomos de Duna, apenas unos minutos después de que Gerardo me hubiese llamado por teléfono.
   - Pedro, gracias por venir tan rápido, mira es que estábamos viendo esta cama de diseño y a mi me parece que tú la puedes hacer.
    Gerardo se gira hacia la pantalla de su mac y me señala la imagen.
   - Si, claro que la puedo hacer…, sin problemas.
   - ¡Fantástico!.
   La charla ha durado poco más, después me he puesto casco, he vuelto a montar en Duna y los escapes han resonado en la estrecha y céntrica calle de La Nave, a pocos pasos de El Corte Inglés, muy cerca de la calle de la Paz y abocada al Parterre, en pleno centro de Valencia.
   Durante unos segundos he dejado que Duna alborotase en la calle peatonal y he pensado en cómo ha cambiado mi vida en los últimos dos años; papá falleció junto a mi, en la misma habitación en la que sigo durmiendo, he escrito una novela, imagino que la primera y la última, ahora monto en una vieja custom y estoy aprendiendo sobre decoración, sobre el mueble de diseño, sobre piezas que ya son míticas. Estoy empezando a asomarme  otro mundo, al del diseño, el de los trabajos por encargo…, me estoy asomando a la modernidad, a otros ambientes en los que los criterios son radicalmente distintos a los que yo conocía y todo gracias a este blog y la ayuda de María.
   Duna sigue retumbando, como escuchando mis propios pensamientos, las sensaciones que me invaden al empezar a percibir el mundo y las emociones de una manera distinta, a través del casco y de la edad, de la percepción intensa de la muerte y  la vejez.
  Dejo caer las manos y busco el calor de los cilindros, de esa V que arde al relentí, enmedio de una atmósfera demasiado fría para una ciudad como Valencia. 
  Sonrío, bajo la visera y percibo el sonido de una forma distinta, suena el crujido de la caja de cambios y empiezo a rodar, ya bajo la luz de las farolas y sabiendo girar en las calles, trazando la amplia curva del túnel sin miedo; eso también ha cambiado, incluso, a veces, llego a creer que tengo algo de motero.

martes, 22 de enero de 2013

MAS MADERA QUE ES LA GUERRA.

                                                 
¡Más madera que es la guerra....!, y la locomotora devora ese tren que los delirantes hermanos desguazan en una secuencia genial y ya mítica. ¡Más madera que son sofasesssss....!, podría gritar yo mismo contemplando los tres metros cúbicos de madera que se apoyan en la fachada de la vieja carpintería, pero prefiero tomármelo con calma y parsimonia. Son casi 100 tablones que iré entrando poco a poco, echando miradas a la calle y riendo ante la travesura de un niño chino, de poco más de ocho años, que ha descubierto el túnel que los tablones han dejado entre ellos y la pared. Espera agazapado y cuando salgo salta sobre mí riendo y entrecerrando aún más esos ojos que parecen desaparecer en su carita.

Juro que por ahí asomó el chinito.
                                                  
Pidiéndole a un vecino que me haga una foto y cargando al hombro con otro tablón, entrando con él y regresando sobre la senda que, poco a poco, se ha ido formando con mi trasiego. El polvo del piso se ha ido apartando con las turbulencias provocadas por las campanas de los vaqueros y vuelvo a la calle, cargo otro tablón y me adentro en el taller, escucho tacones, dejo el tablón a toda prisa y regreso a la calle trotando excitado. Conozco esos pasos y veo alejarse a la vecina, es ella la que se contonea con cada paso, la que oscila entre sus caderas pero no vuelve la cabeza...., y siempre es así, a veces me pregunto si soy invisible. Cargo otro tablón y sigo la senda, me tengo que concentrar en éso, en cargar tablones y en guarecerlos. Es mi pan, vivo de ellos y como gracias a ellos.


Vuelvo a salir y sonrío ante el último tablón..., cuando lo entre me subiré a casa a prepararme un torrefacto negro, muy negro y muy fuerte, pero con una sutil pizca de leche condensada.

lunes, 21 de enero de 2013

QUIEN TIENE UN TAPICERO...,TIENE UN TESORO.



 Hubo un tiempo en el que los tapiceros se heredaban de madres a hijas. Era el tapicero quien confeccionaba y colgaba las cortinas de la casa, quien tapizaba las paredes o la puerta, quien vestía los sofás o las butacas tras complejas deliberaciones sobre tal o cual tela. Pero lo peor era cuando ellas trataban de implicar a los maridos, eso las madres, pues las hijas trataban de implicar a los novios..., en ese momento los maridos o novios desaparecían de casa disimuladamente o morían de aburrimiento cuando acompañaban a sus señoras a elegir las telas para los sofás, para los sillones o para las cortinas. Complejas y cansinas elecciones, más aún cuando, de vez en vez, ellas les pedían parecer a ellos, a los maridos o  novios, pero más que nada por invitarles a participar. Era cuestión de sonreir y afirmar con la cabeza rezando para que, por fin, se decidiesen por alguno de esos  muestrarios que se esparcían sobre la mesa de corte creando un auténtico cosmos de colores, texturas y dibujos.
  Hoy en día ya no se heredan los tapiceros..., corren otros tiempos en los que prima lo inmediato y lo impersonal, la moda de las marcas o de los centros comerciales suecos. Pero aún quedan personas de esas que heredaron al tapicero y que recurren a ellos, aunque hallan pasado 18 años desde que mi padre le hiciese los armazones o esqueletos que aquel tapicero vistió con las telas que ellos eligieron.
  Y de la misma forma que ya no se heredan a los tapiceros, las  casas tampoco se limpian como antes; ahora existen unos robots capaces de estar todo el día reptando por la casa, barriendo y absorviendo el polvo. Pero, a veces, esos ingenios serviles y dóciles tropiezan con sofás demasiados bajos y no pueden limpiar por abajo..., por eso llamaron al tapicero y por eso mi cliente me llamó 18 años después, insisto, es que son muchos años, será cosa de herencia.
   Los clientes deseaban subir las patas de los sofás para que el platillo reptante pudiese investigar el mundo que late bajo los sofás. Le sugerí una solución, los clientes aceptaron encantados y esta madrugada torneé los suplementos para las patas. 
                                                   
                                                       

jueves, 17 de enero de 2013

TERESA M. DE GRACIA ES AEDESDECOR.


                                                                              
    Hace unas semanas, Julián y José, de Tapizados Gómez, me encargaron que copiara un silloncito muy sencillo y resultón, reducido, de líneas absolutamente rectas pero cómodo y funcional.
   - Es para Tere..., que está  decorando la habitación de una niña y como los padres tienen uno, quieren otro para la hija.
   Y Tere es AEDES DECOR , una joven decoradora criada entre cortinas, patrones, hilos y costuras, es la  hija de Julio Martínez, otro mosntruo del que ya he hablado alguna vez. Y aquí si que vale ese conocido refrán que reza de la siguiente guisa,  "de casta le viene al galgo...", y, desde luego, Teresa rinde justicia al dicho enseñándonos la habitación que decoró junto a a La Casita de Penelope; ellos pusieron los muebles y Tere el resto, la colcha, los cuadros, los estores, las telas de Harlequin, los cojines, el papel y como no, el silloncito de tela a rayas y con ruedas.



  En este caso, Tere ha trabajado colaborando con La Casita..., pero ya son bastantes años decorando por su cuenta, a veces lanzada a solas a vestir esas casas que siempre la miran desde sus paredes desnudas, desde sus ventanas sin cortinas ni estores, desde salones huerfanos de sofás y de sillones. Pero siempre contando con el apoyo de su padre y de su madre, de los hermanos Gómez y de mi mismo.
  Si queréis más trabajos de Tere, pasaros por su página en Facebook
 

domingo, 13 de enero de 2013

"EL VERANO DE LOS PERROS FLACOS" lista para leer.




     ¿Y qué hacen aquí todos estos galgos....?, están aquí porque son algunas de las imágenes que usé para inspirarme, hay otras muy duras y desagradables que prefiero no mostrar, desgraciadamente todos las conocemos..., en la novela también hablo de ellas, de esos ahorcamientos y maltratos que sufren estos fascinantes animales.
 La novela ya está terminada y deseo que os la podáis descargar siguiendo el enlace que hay en la barra de la derecha del blog, pinchad en la imagen y os llevará a Bubok, ahí os la podreis descargar.

jueves, 10 de enero de 2013

EL TOPOLINO QUE MIRABA HACIA LA CALLE.


        
                                                      
Me puedo imaginar la expresión del tapicero, cuando vió que el cliente se giraba hacia él con el rostro sombrio y decía, después de mirar hacia la ventana:

  - Es que, aquí sentado no puedo ver la calle..., lo quiero más alto. 

Y es que el Topolino es un orejero pequeño, reducido pero muy acogedor, es un orejero con una altura de asiento normal y que cabe en cualquier sitio, en una salita o en un rinconcito del dormitorio. A veces, he llegado a pensar que era el orejero que compraba la gente que llegaba a la ciudad desde el campo, gente de talla menuda y trabajadora, que con el tiempo adquirían sus pisos en la ciudad y los amueblaban, poco a poco, con mimo y cariño, sin ostentación pero con mucha dignidad. 
   - Es que no puedo ver la calle... -repitió el cliente- lo quiero más alto.
No había más que hablar, pero hubiese sido interesante hablar antes de encargar el Topolino, se habría podido hacer otro modelo de sentada más alta y no habría hecho falta, traer el silloncito, recién tapizado y aún por estrenar, a la vieja carpintería para que le cambiase las patas.

El Topolino ya con sus nuevas patas,
esas con las que ya se podrá asomar a la calle.
   
Lo que cuelga a la izquierda, es el forro inferior,
después de pulimentar las patas,se volverá a reponer.
                                      
  Doy por sentado que el cliente podrá  ver la calle, el trasiego de los vecinos, el deambular de los perros y el circular lento y al tiempo desesperado de los conductores buscando aparcamiento..., pero, posiblemente, yo no cobre ni la hora de trabajo, ni las patas nuevas, puede que el pulimentador no cobre su trabajo y, casi seguro que, mi cliente no le podrá cobrar los tres portes..., porque a veces, los talleres pequeños y humildes también cumplimos con las garantías como Ikea o El Corte Inglés...., pero sin tanto bombo y platillo.

viernes, 4 de enero de 2013

EN TAPIZADOS CASTILLO NO LE TIENEN MIEDO A NADA.

El  vacío que angustiaba al cliente de Jose Castillo.
La sugerencia de Jose, sencilla pero práctica y económica.

Pronto hará un año que se abrió este blog en un intento desesperado por no morir engullido por la crisisMaría Hernández me lanzó su mano y toda su energía desde el océano, rozando las costas del continente Madre y casi que así, de su mano..., he logrado sobrevivir este año, pero como aquel, dejando un rastro de sangre en la nieve...., hala, ya estoy divagando.
El caso es que, después  de este año, creo que el único de mis clientes que ha pillado la idea del blog ha sido José Castillo, junto a Julián y José de Tapizados Gómez.
Jose Castillo me ha ido enviando fotos de sus trabajos y, gracias a él, he podido ir aumentando el contenido y la riqueza del blog, que, al fin al cabo, es como un espacio de interacción entre los tapiceros, el esqueletero y el cliente.
Os he enseñado como Jose puede tapizar desde una Mariantonieta hasta un yate, que, por cierto, estuvimos a punto de abordar para huir de la crisis y visitar a María, pero fueron tantos los que se querían subir que más parecía el arca de Noé que un lujoso yate donde bailar a ritmos caribeños riéndonos de nuestras miserias.
 Hoy, José Castillo, me envía las fotos de una sencilla rinconera desmontable para un bar, que hicieron entre él y su hermano Jorge.
 Me dice Jose que el cliente  estaba desesperado, que no encontraba una solución..., pero hay veces que la solución más sencilla es la mejor y es la que Jose sugirió, adoptando el papel de decorador, de esqueletero y de tapicero...; es lo que tiene la experiencia y los años de oficio, que uno termina pegándole a todos los palos.
 Por cierto, Jose me apunta en su email, que toda la estructura es desmontable....,y que, obviamente, el cliente se quedó muy satisfecho.
Planteando todas las gomas.
Y las formas y el color llenando aquel vacío.