Hace ya unas semanas que mi pulgar dejó de sangrar y creo que parte de mis ánimos se fueron con esa sangre. Llegó el silenció al taller, las máquinas enmudecieron y yo empecé a deambular por la calle sin rumbo fijo, echando miradas al cielo y tan solo sonriendo cuando vi al primer vencejo volando muy alto, apareciendo y desapareciendo entre las nubes. Me sentí acompañado y suspiré.
Volví a sonreir cuando Mundo me visitó una tarde.
- ¿Como estas, Pedrito...?.
Mundo era un tapicero de la vieja escuela, oficial de Mariano Garcia y profesional de esos que se sujetaban los gabarrrotes entre los dientes y de esos que tenían los dedos encallecidos de tanto tensar los muelles con los cordeles.
- Jodido y arruinado -respondí. Observé como la sonrisa desaparecía del rostro de Mundo y yo afirmé con la cabeza, pero sonriendo- para que te voy a mentir.
El oficial ya jubilado meneó la cabeza, se lamentó de todo y unos minutos despues me miró a los ojos.
- Oye Pedrito, allí en Alacuas, justo al lado de la piscina a la que voy a nadar, hay una fabrica de tapizados que funciona muy bien, tienen bastante trabajo..., ¿quieres que les comente algo...?.
- ¿Pero les conoces..?.
- No, pero me da igual, que tengo 67 años y hace tiempo que perdí la verguenza y a parte de eso, no me gusta verte así.
- Coño, pues me harias un favor, pero espera que te voy a dar un par de mis nuevas y flamantes tarjetas.
Entré y salí del despacho con las tarjetas y Mundo sonrió cabeceando.
- Si que está bonita si..., y el silloncito azul es una monada.
- Es la replica de un modelo que se diseñó a finales de los cuarenta en Australia, se llama R-160.
- Bien Pedrito, mañana tengo que nadar, me pasaré y les dejaré la tarjeta.
- Gracias Mundo.
- ¿Pero que gracias, hombre...?.
Y mientras Mundo se zambullia, mientras durante unos breves instantes se sumergía y regresaba al medio acuatico en el que surgió la Vida, mi móvil sonaba, me llamaban desde Alacuas.
Me presenté allí con mi mejor estampa, oliendo a madera, con las manos manchadas de cola seca y con una tenue nevada de serrín cubriendo mi craneo rasurado y los hombros de la sudadera beige.
Me recibió Salvador, el hombre con el que hablé por telefono, era alto, de pelo cano y con un hablar lento y denso, sonreía comedidamente y de vez en vez me miraba a los ojos en medio de mi locuacidad.
- Pues esto es lo que queremos hacer -anunció Salvador, desplegando un plano a escala 1/ 10 ante mis ojos y en el que las lineas rectas no tenñian cabida.
- Vaya, de esta ya me quedo sin muelas -murmuré- es que ultimamente no hago mas que comerme huesos.
Salvador volvió a sonreir quedo y miró el plano, durante unas decimas de segundo vaciló y yo me adelanté en un momento de lucidez.
- Vale, eso es la planta y esta la vista a escala real del perfil del brazo..., pero este plano no es lo que se ve en la imagen. La foto representa un sofacito de recibidor con planta de riñón y no redonda como marcan estos planos.
Estaba lanzado y sin miedo, daba opciones y pareceres, intercambiaba opiniones con Salvador y poco después con Luis, una persona también de su misma edad, rondando los sesenta y vestido con un guardapolvo de manga corta que dejaba ver unos firmes antebrazos.
- Me parece que usted han cinchado bastantes asientos -dije mirando a Luis.
- ¿Por que lo dice...?.
- Esos antebrazos no son de administrativo.
Luis sonrió y me miró con franqueza, de frente, sin esconder nada.
Esos dos hombres me recordaron a mi padre y me sentí proximo, tan cercano y familiar que apenas si les dejé hablar, hablé de Wegner, de Jhul, de la tendencia actual del vintage. Gesticulé simulando lineas maestras que fluian en torno a las butacas y a los sofás, deslicé mis dedos entre las costuras de las piezas tapizadas que ocupaban parte de la nave.
- ¿Usted es modelista de carrera...? -volvió a preguntar Luis, envuelto en esa magia que apenas si duró unos instantes.
- No..., mi padre me enseñó el oficio..., el resto lo he aprendido por mi cuenta, hay que saber algo de la historia del mueble, del diseño..., si no te vas quedando muy atrás y terminas enterrado en tu cueva y haciendo siempre lo mismo.
- Eso mismo pienso yo..., también queremos salir de la cueva y explorar.
Luis volvió a sonreir, Salvador plegó los planos y se los cogí con cuidado.
- Bueno, pues me llevó esto y a ver su para el martes puede estar la butaquita.
Salvador miró los pliegos de papel siendo consciente de que se los entregaba a un desconocido.
- ¿Nos puede hacer también el silloncito azul de la tarjeta...? -intervino de nuevo Luis.
- Si claro, es una monada...,bien, esto..., mañana, cuando esté haciendo bici de montaña por la Sierra Calderona, pensaré en este modelo del plano y en ustedes.
Salí de aquella inmensa nave animado, confiaban en mi y me habian llamado modelista, me habían entregado ese plano para probarme y de manera inconsciente ya le estaba dando vueltas en mi cabeza, trataba de verlo en tres dimensiones, trataba de recrear una imagen espacial en mi mente, como me habia aconsejado mi padre muchos años antes.
- Tienes que verlo hecho en tu cabeza...., así lo podrás hacer.
Recuerdo a mi padre cortando el cartón con las tijeras, sacando las plantillas con un mimo y una entrega conmovedora, pero los tiempos van cambiando y si voy a ser modelista voy a cortar mucho cartón, por eso eso he terminado comprando una nueva herramienta neumatica, una cizalla que mis amigos chinos observan intrigados.
Todos los días pasan por la puerta del taller de camino al colegio y siempre se asoman a ver que estoy haciendo, hoy se sorprenden con la nueva herramienta y después de ojear la cizalla salén disparados.
- ¡Que llegamos tardeeee...!
Y corren blandiendo el paraguas como si fuesen jinetes, como si fuesen guerreros, corriendo con el entusiasmo de dos niños, riendo felices..., mientras les observo correr calle abajo.
Entré y salí del despacho con las tarjetas y Mundo sonrió cabeceando.
- Si que está bonita si..., y el silloncito azul es una monada.
- Es la replica de un modelo que se diseñó a finales de los cuarenta en Australia, se llama R-160.
- Bien Pedrito, mañana tengo que nadar, me pasaré y les dejaré la tarjeta.
- Gracias Mundo.
- ¿Pero que gracias, hombre...?.
Y mientras Mundo se zambullia, mientras durante unos breves instantes se sumergía y regresaba al medio acuatico en el que surgió la Vida, mi móvil sonaba, me llamaban desde Alacuas.
Me presenté allí con mi mejor estampa, oliendo a madera, con las manos manchadas de cola seca y con una tenue nevada de serrín cubriendo mi craneo rasurado y los hombros de la sudadera beige.
Me recibió Salvador, el hombre con el que hablé por telefono, era alto, de pelo cano y con un hablar lento y denso, sonreía comedidamente y de vez en vez me miraba a los ojos en medio de mi locuacidad.
- Pues esto es lo que queremos hacer -anunció Salvador, desplegando un plano a escala 1/ 10 ante mis ojos y en el que las lineas rectas no tenñian cabida.
- Vaya, de esta ya me quedo sin muelas -murmuré- es que ultimamente no hago mas que comerme huesos.
Salvador volvió a sonreir quedo y miró el plano, durante unas decimas de segundo vaciló y yo me adelanté en un momento de lucidez.
- Vale, eso es la planta y esta la vista a escala real del perfil del brazo..., pero este plano no es lo que se ve en la imagen. La foto representa un sofacito de recibidor con planta de riñón y no redonda como marcan estos planos.
Estaba lanzado y sin miedo, daba opciones y pareceres, intercambiaba opiniones con Salvador y poco después con Luis, una persona también de su misma edad, rondando los sesenta y vestido con un guardapolvo de manga corta que dejaba ver unos firmes antebrazos.
- Me parece que usted han cinchado bastantes asientos -dije mirando a Luis.
- ¿Por que lo dice...?.
- Esos antebrazos no son de administrativo.
Luis sonrió y me miró con franqueza, de frente, sin esconder nada.
Esos dos hombres me recordaron a mi padre y me sentí proximo, tan cercano y familiar que apenas si les dejé hablar, hablé de Wegner, de Jhul, de la tendencia actual del vintage. Gesticulé simulando lineas maestras que fluian en torno a las butacas y a los sofás, deslicé mis dedos entre las costuras de las piezas tapizadas que ocupaban parte de la nave.
- ¿Usted es modelista de carrera...? -volvió a preguntar Luis, envuelto en esa magia que apenas si duró unos instantes.
- No..., mi padre me enseñó el oficio..., el resto lo he aprendido por mi cuenta, hay que saber algo de la historia del mueble, del diseño..., si no te vas quedando muy atrás y terminas enterrado en tu cueva y haciendo siempre lo mismo.
- Eso mismo pienso yo..., también queremos salir de la cueva y explorar.
Luis volvió a sonreir, Salvador plegó los planos y se los cogí con cuidado.
- Bueno, pues me llevó esto y a ver su para el martes puede estar la butaquita.
Salvador miró los pliegos de papel siendo consciente de que se los entregaba a un desconocido.
- ¿Nos puede hacer también el silloncito azul de la tarjeta...? -intervino de nuevo Luis.
- Si claro, es una monada...,bien, esto..., mañana, cuando esté haciendo bici de montaña por la Sierra Calderona, pensaré en este modelo del plano y en ustedes.
Salí de aquella inmensa nave animado, confiaban en mi y me habian llamado modelista, me habían entregado ese plano para probarme y de manera inconsciente ya le estaba dando vueltas en mi cabeza, trataba de verlo en tres dimensiones, trataba de recrear una imagen espacial en mi mente, como me habia aconsejado mi padre muchos años antes.
- Tienes que verlo hecho en tu cabeza...., así lo podrás hacer.
Recuerdo a mi padre cortando el cartón con las tijeras, sacando las plantillas con un mimo y una entrega conmovedora, pero los tiempos van cambiando y si voy a ser modelista voy a cortar mucho cartón, por eso eso he terminado comprando una nueva herramienta neumatica, una cizalla que mis amigos chinos observan intrigados.
Todos los días pasan por la puerta del taller de camino al colegio y siempre se asoman a ver que estoy haciendo, hoy se sorprenden con la nueva herramienta y después de ojear la cizalla salén disparados.
- ¡Que llegamos tardeeee...!
Y corren blandiendo el paraguas como si fuesen jinetes, como si fuesen guerreros, corriendo con el entusiasmo de dos niños, riendo felices..., mientras les observo correr calle abajo.